Este año se cumplen cuarenta años del evento “El Niño 1982-83” cuya magnitud y efectos sobre la biota marina no se habían documentado hasta esa fecha y tampoco se ha vuelto a vivir un evento de esas dimensiones. En la oportunidad los efectos se observaron dramáticamente en diferentes ámbitos, incluyendo infraestructura vial debido a las lluvias, el aislamiento de poblados, también se complejizó la actividad productiva como la pesquería y la agricultura, del mismo modo el normal desarrollo de las actividades de la población se vio alterada, no sólo en Chile, sino que también en países vecinos e indirectamente en todo el mundo.
Durante el siglo XX y hasta antes de El Niño extraordinario de 1997/98, ocurrieron unos 25 episodios El Niño de diferente intensidad. Las referencias bibliográficas indican que los eventos El Niño de 1891 y 1925, fueron eventos de intensidad comparable a los de 1982/83 y 1997/98. Al respecto Antonio Raimondi expresa:
“El Niño, como tal, es conocido desde que las civilizaciones preincas como los Moche, los Lima y los Nazca se asentaron en las costas del Perú antiguo. La geomorfología, los estudios paleontológicos y de sedimentos señalan que el Fenómeno El Niño ocurre por lo menos desde hace 40.000 años. Además, estas investigaciones arqueológicas demuestran que cambios drásticos del clima afectaron la costa central del Perú (Cultura Lima, aproximadamente en el 400 d.C.). La situación resultó ser especialmente dramática para la nación Moche en la costa norte del Perú (200 – 700 d.C.). Todo indica que durante las primeras décadas del siglo VII de nuestra era, esta próspera civilización sufrió los estragos de un prolongado e implacable episodio El Niño”.

El evento 1982-83 fue uno de los más catastróficos para las comunidades marinas, sobre todo en el litoral, observándose mortandades masivas de diversos grupos de organismos desde macroalgas (Lessonia berteroana), invertebrados (diversos grupos como peces, crustáceos, moluscos entre otros) y vertebrados (tales como aves y mamíferos marinos).
Los roqueríos de la costa de Tarapacá quedaron despoblados de gran parte de la biota. Las macroalgastardaron alrededor de 10 años en volver a repoblar la costa. Durante ese tiempo, se observaron marcadas variaciones en las comunidades litorales, sucediéndose diferentes estructuras ecológicas, con la proliferación de especies oportunistas y su posterior mortandad masiva al restablecerse las condiciones oceanográficas y climáticas del sector. Otras especies no volvieron a asentarse en la costa tarapaqueña, lo que se considera una extinción local, algo que a la fecha no ha sido documentado, pero que se poseen los antecedentes biológicos.
Actualmente las señales de diferentes agencias nacionales e internacionales indican la posibilidad de un evento “EL Niño” para mediados de este año y verano del 2024. Existe el temor de volver a enfrentar un episodio con fuertes repercusiones en la ecología marino- costera como el vivido a inicios de la década del 80, lo cual se vería agravado por la preocupante explotación de macroalgas del género Lessonia.
Al respecto se debe indicar que la legislación chilena permite la explotación del recurso alga bentónica del género Lessonia de forma pasiva en la región de Arica-Parinacota, Tarapacá y Antofagasta (recolección de orilla) y de forma activa (Actividad denominada “Barreteo”) en otras regiones del país (Atacama y Coquimbo). Tal actividad ha llevado a la mortandad masiva de invertebrados asociados a los discos y frondas de dichas algas. Si bien la legislación no permite la extracción activa en la región de Tarapacá, esta práctica ha sido observada en terreno, en diferentes localidades, en particular en las de difícil acceso por tierra, incluyendo el área dentro del sitio protegido de Pisagua y del sitio prioritario de Patache.
Actualmente en la región y macrozona, se observa un aumento en la cantidad de personas dedicadas a esta práctica, con asentamientos temporales en diferentes lugares de la región. Muchas de las personas dedicadas a la extracción no cuentan con los permisos para realizar la actividad y en algunos casos están en situación irregular en el país.
Este incremento del esfuerzo de extracción de algas arriesga la pérdida de una parte importante de la biodiversidad marino-costera, al destruir el hábitat que sirve de refugio y como de asentamiento de diversos grupos de organismos en sus primeros estados de desarrollo, tal como el caso de crustáceos y moluscos de importancia comercial.
Ante la posibilidad de un nuevo evento “El Niño” que no logramos prever cuál será su intensidad, encuentra a la región de Tarapacá sin áreas protegidas de facto, no obstante, haber sido declarada recientemente la localidad de Pisagua como AMCP-MU y estar avanzada la tramitación de Punta Patache bajo la misma figura. Pero en lo concreto, aún no se tiene claro cuáles serían las actividades permitidas como “múltiples usos” de estas áreas protegidas.
Las zonas de penínsulas de la región de Tarapacá mostraron una resiliencia al efecto del evento del 82-83, convirtiéndose de hecho en zonas de reserva genética desde la cual, se asume, provinieron los propágulos de macroalgas que repoblaron la costa tarapaqueña tardando alrededor de una década en restablecerse.
En consideración a lo expuesto, se requiere de tomar medidas inmediatas ante la eventualidad de un evento “El Niño” para el periodo 2023 – 2024, de las cuales se propone acá la suspensión de toda actividad extractiva de macroalgas en las penínsulas de la región de Tarapacá y norte de Chile (Punta Píchalo, Punta Patache, etc.). Tal medida busca salvaguardar las poblaciones de las especies de Lessonia y otros organismos, lo que permitiría asegurar su prevalencia en el tiempo y dada su potencial reserva genética para el posterior repoblamiento de la costa del norte de Chile.
Por otra parte, si bien el evento “El Niño” 82-83 fue uno de los más catastróficos registrados, en el último siglo se han sucedido al menos otros diez eventos, cada uno de ellos con diferentes intensidades y efectos sobre la biodiversidad costera del norte chileno.
Estas alteraciones del medio ambiente hacen que el sistema ecológico marino de nuestra región sea dinámico, con cambios importante en la biodiversidad, a pesar de ello, desconocemos con certeza qué es lo que tenemos en la región. Respecto a ello hay un proyecto de biodiversidad marina de Tarapacá que se presentó hace más de tres años , pero a la fecha no tenemos antecedentes acerca de una línea base de biodiversidad de la región.
Ante la eventualidad de un nuevo evento océano-atmosférico se requiere con urgencia de un programa de monitoreo de la biodiversidad costera de la zona Norte de Chile la cual será, en mayor o menor grado, afectada por este evento.
Área de Biología Marina y Acuicultura
Facultad de Recursos Naturales Renovables
Universidad Arturo Prat